- Oye, que digo yo, que podíamos aprovechar e ir un día de este mes de
agosto a una cueva.
- Vale, ¿a qué
cueva?
- Pues podíamos ir
a la Sima Blanca en la Font d’En Carrós, que hace tiempo que no
vamos.
- Y se lo podemos
decir a Noé y a Aure que dijeron que les gustaría hacer espeleo.
- De acuerdo
entonces. Nos podemos ir el sábado 24.
- Pues lo vamos
moviendo…
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Antes de entrar |
Dicho y hecho. Esta
vez Jose Luis no podía venir por cuestiones laborales (se le echó
de menos), así que el día 24 acudíamos a la Font d’En Carrós
para realizar una nueva exploración de la Sima Blanca. Quedamos a
las 9:00 y una vez estuvimos los cuatro (Noé, Aure, José y Tomás)
nos montamos en uno de los coches y nos acercamos a la zona del
pueblo más cercana a la Sima. Allí dejamos el coche, cargamos con
los pertrechos y comenzamos el camino hacia la cueva.
La verdad es que nos
costó un poco encontrarla, pues aunque ya hemos estado un par de
veces, hacía seis años que no la visitábamos y la memoria a veces
te crea malas pasadas. Pero bueno, al final dimos con ella.
Antes de entrar, y
para reponer fuerzas tras la búsqueda de la boca, dimos cuenta de
los respectivos almuerzos.
José, nuestro
instalador oficial, comenzó a equiparla y mientras, el resto nos
ajustábamos los equipos.
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La pequeña boca de entrada (bota en parte inferior para apreciar tamaño) |
La Sima Blanca
presenta un pequeña boca de escasos 50 cms de diámetro que da
acceso al primero de los pozos, de 19 metros. Es un pozo que tras la
estrechez de los primeros dos metros, se va abriendo progresivamente
en forma de campana. Un desviador puesto cercano a la boca nos
permite bajar en óptimas condiciones.
Al final de esta
vertical de 19 metros, colocamos un fraccionamiento para continuar
bajando por una pronunciada rampa de unos 10 metros que desemboca en
otra pequeña vertical de 3 metros que hace necesario fraccionar otra
vez.
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Tomás entre diversas formaciones |
Una vez llegados a
este punto, la base del pozo de entrada, tenemos varias alternativas.
Ir por la izquierda a una sala que reúne la zona con más
formaciones de la cavidad, ir por la derecha a buscar el pozo del
acuífero o ir por el centro a bajar el pozo intermedio que nos lleva
a la sala del Conejo.
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Noé y Aure al pie de una bonita colada |
Finalmente decidimos hacer este último.
Mientras José equipaba el pozo, Aure, Noé y Tomás fueron a ver la
cabecera del pozo del acuífero que se encuentra a la derecha del
pozo intermedio y que, tras un destrepe de un par de metros se llega
a ella.
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José equipando el pozo intermedio |
También aprovechamos para realizar alguna que otra foto de los alrededores, como por ejemplo esta de una bella colada que hay en la base del pozo de entrada.
El pozo intermedio
comienza con un descenso de 5 metros que, tras llegar a una repisa,
va aumentado el desnivel conforme se avanza por ella, siempre con
cuerda y rapelando. Tras unos metros más se llega a la cabecera de
una vertical de 13 metros. Allí, con la misma cuerda, fraccionamos e
iniciamos el descenso del último obstáculo que nos separa de la
Sala del Conejo, punto más bajo de este pozo.
Una foto más para
inmortalizar el momento y comenzamos la ascensión. El primero en
subir es José, luego Aure, después de él sube Noé y Tomás, el
último, va desmontando.
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En la sala del Conejo |
La subida del pozo
intermedio se realiza sin ninguna complicación, por lo que en poco
tiempo estamos otra vez en la base del pozo de entrada. Una vez aquí,
recogemos las cosas que nos habíamos dejado, preparamos las sacas y
para arriba.
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Aure subiendo por el pozo intermedio |
Este segundo ascenso
es un poco más cansado, ya que junto al cansancio acumulado por lo
realizado se añade que es mayor la distancia y que los últimos
metros se angosta y es preciso realizar un esfuerzo mayor. Pero
bueno, nada que nos impida volver al calor del exterior, ya
apreciable cuando estamos próximos a la salida.
Después de terminar
de desmontar y recoger el equipo, volvemos a realizar el camino de
vuelta hasta el coche. Son las 14:00 y el sol aprieta.
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Momento de empezar a recoger |
Llegado ya al coche,
nos montamos en él para volver a donde teníamos el resto de
vehículos. Una vez allí y antes de despedirnos, buscamos un bar
donde tomarnos algo fresquito, pero al no encontrar ninguno abierto,
nos compramos unas latas y en un banco cercano (y a la sombra) nos
refrescamos por dentro, ya que por fuera hacia calor.
Ha sido esta una
jornada interesante y productiva; por un lado, nos ha servido para
retomar la espeleo, algo abandonada últimamente y, por otro, ha
permitido que tanto Noé como Aure comenzaran también... a escuchar el
silencio...
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Una más |